miércoles, 30 de marzo de 2011

André Aciman, Llamame por tu nombre

- Así que eso eras tú.

Tardé un instante en comprender que se refería a la composición de Beethoven.

- Supongo que sí, era yo.

Pero soné a confesión de horas antes sin pensar de la que ahora pretendiera retractarme.

- Bien, la próxima vez te tocaré algunas zarabandas al piano. Son totalmente yo.

- ¿De qué estás hablando?

- Las zarabandas son rápidas y lentas. Alguien dijo una vez que se bailan dando dos pasos adelante y tres atrás... Es la historia de mi vida...

nostros...

Que lo más dificil quizás, sea encontrarnos iguales en algo, por muy pequeño que sea.
Que desde que te conozcí, tu siempre fuiste palabras bellas, textos abrumadores y yo una simple mirada, un silencio furtivo y salvaje.
Que desde que te conocí siempre fuiste el negro, el gris de la vida y acostumbrabas a verlo todo así, y yo un arcoiris danzante bajo el fino manto de luz que el sol me regalaba despues de una lluvia intensa.
Que Siempre fuiste ese chico desapercibido que se escondía bajo una capucha y una ropa algo desaliniada y poco cuidada y yo esa chica de vestidos extravagantes, tacones de infarto y un maquillaje perfectamente dado.
Que siempre fuiste un anciano que esperaba la muerte para dejar todo lo malo atrás, olvidandote de todo y yo una niña que recien salía de una burbuja y empezaba a ver el mundo tal cual era.
Que siempre fuiste un alocado que solo vivia para sus amigos y yo, aquella niña enamorada que vivia por y para el amor.
Que siempre fuiste un poeta de versos complicados, de prosas largas y contundentes y yo, una poesía mal hecha y de versos libres, una prosa cinica y alg esceptica.
Que siempre fuiste la noche más oscura y sin luna y yo la luz del día claro, la luna de tus noches.
Que siempre fuiste un alma melancolica y torturada y yo una feliciana con sonrisas para todos.

Y a pesar de todo, siempre fuimos lo que le faltaba al otro, la otra cara de la moneda.
Siempre tuya
Siempre mio
Siempre nuestros...

.

- Estoy cansado de ti, de tus tonterías de niña pequeña, se acabo, esto que nunca hemos tenido se acabo... ¡Estoy harto de quererte y no ser correspodido!
Se giró para marcharse, pero ella lo agarró del brazo.
- Te quiero...
La miro sin creerse todavía lo que había escuchado.
- ¿Qué?
- Lo que has oido, que te quiero... y por favor no me hagas volverlo a repetir.
- Tú no quieres a nadie que no seas tu misma.

Después de tanto tiempo detrás de ella, de perdonarla sus rabietas, sus enfados sin sentido. Después de tantas noches en vela con el corazón en un puño, esperando, solo esperando.
Tanto tiempo diciendola lo mucho que la amaba y suplicandola siempre, un simple "te quiero" que le hiciese albergar esperanzas, y ahora, cuando todo se acababa, por fin escuchaba esas dos palabras.
- Te quiero, siempre te he querido...
- Pero...
- No, por favor no digas nada, ahora dejame hablar a mi. Llevo toda mi vida con hombres que me han hecho sufrir, llorar y sentirme sin ganas de vivir, pero entonces llegaste tú, con tu dulzura y tu amor... Y pensé que si quería conservarte, debería ser más dura, hacerme la dificil. Pero no me di cuenta de que no eres como los demás.
- ...
- Será mejor que me marche...

Y fue entonces cuando la besó, olvidandose de todo, la beso...
Volvió a maquillarse las lágrimas de la noche anterior, a esconder su pudor bajo el vestido ajustado de Gucci, a calzar sus Manolo Blahnik y a bañarse en la colonia de Chanel.
Que los golpes de la vida no habían sido tantos ni tan fuertes si aun podía recordar todos y cada uno de ellos, si aun se mantenía en pie con esa sonrisa dibujada permanentemente mientras se despertaba al lado del hombre que un día la hizo desgraciada.
Estaba cansada, harta, y por una vez se atrevió ella a decir las palabras mágicas:
- Se acabó.
Se rió nerviosamente mientrás cogía su bolso y dedicaba una última mirada a aquel hombre al que ya no reconocía.
Llego a casa a tropicones, tambaleandose por las escaleras hasta llegar al tercer piso, abrió la puerta con calma, nada, dentro reinaba el silencio que iba produciendo en ella una calma nueva y desconocida a medida que se acercaba a la ducha. Dentro, el agua acalló los gritos ahogados de su alma mientrás lloraba lágrimas que limpiaban su espiritu.
Cuando salió de la ducha supo que sus temores se habían marchado por el desague, era una nueva mujer.
Y nunca más miró atrás..

Días de ausencia

Llevaba días intentando distraer su cabeza y su espiritu con libros y todo tipo de literatura, hacía días que se había marchado, alejandose de ella.
El amor podía ser algo bonito, algo asombrosamente maravilloso, pero solo cuando estaban juntos, cuando el simple roce de sus cuerpos al abrazarse la ponía los pelos de punta.
Quizás había sido una semana algo extraña, besos largos y con amor que nunca antes se habían dado, caricias en sitios que jamás habían tocado.
Se hicieron el amor varias noches con necesidad, como si eso los ayudase a aguantar un día más hasta volverse a ver, hasta volver a sentir que el mundo da vueltas mientras ella y él se abrazan.
Pero no era así, cada segundo que pasaba, lo necesitaba más cerca.

Ahora o nunca

A pesar de ser hora punta, el metro iba más silencioso que de costumbre, parecían contener el aire para no interrumpir a los dos enamorados del fondo del vagón.

- ¡Oh venga! si sabes que antes de que te des cuenta volveré a estar aquí...
- No, antes de que me de cuenta no, ¿Sabes por qué? Porque no te vas a ir...
- ¿Por qué estas tan segura?
- Tú solo haz una cosa, dame mi beso de pelicula antes de irte...
Sonrió con cierta picardía mientras le besaba con dulzura. Había sido un fin de semana genial y no quería que se marchase, pero sabía que debía hacerlo.
Cuando llegaron al aeropuerto tuvieron que salir corriendo, apenas quedaban unos minutos para que se cerraran las puertas y si no se daban prisa perdería el avión. Llegaron a la puerta de embarque, pero no había tiempo para besos de pelicula.
- Lo siento - La dijo mientras la besaba rapidamente y pasaba los controles del equipaje de mano.
Ella se quedó allí, esperando, pero cuanto más le veía alejarse sabía que no volvería a verlo en mucho tiempo.
Se dió por vencida y camino hacia el metro nuevamente con la cabeza gacha y tragando saliva para intentar deshacer el nundo de la garganta mientras se limpiaba torpemente las lágrimas.
Su móvil comenzó a sonar, conocía esa melodía.
- ¿Si? - Quería aparentar estar bien, tranquila, pero su voz parecía quebrada.
- ¿Donde estas?
- En la entrada del metro, ¿Por?
- No he cogido el avión... Tenías razón, no me voy... 

Ella

Ella nunca fue la más lista de la clase ni la más guapa. A menudo tendía a esconderse bajo un monton de capas de ropa, se avergonzaba de ella misma, tenía complejos, pero aun así sacaba sonrisas para la gente que le importaba.
Ella siempre fue alocada e intranquila, a menudo la encontrabas subida en sitios altos para disfrutar de las vistas, no tenía miedo.
Ella era solitaria, a menudo algo rara. La gustaba escribir lo que sentía en sus viejos cuadernos y pasarse el día encerrada en una carcel de papel, en un libro tras otro que la sacaba de la realidad.
Ella intentaba hablar como el resto de los niños, pero cuando se encerraba en su cuarto, comenzaba un duelo de palabras con su amor invisible, hablaba de sentimientos con tan corta edad, de lugares que nunca había visto, hablaba de poesía, pero, sobre todo, hablaba de amor.
Ella era, es, y sigue siendo, la chica que escribe estas lineas.