domingo, 15 de mayo de 2011

Ella necesitaba escapar de esa realidad que la desgastaba y atormentaba. De un pasado dolorosamente vivo y un futuro atormentadoramente incierto.
Quizás el presente no estaba del todo mal, escapar de algo que por poco la mató, de un amor que sabía perfectamente que amaría para siempre y que, aunque ahora quisiera volver a estar presente en su vida, ella se había hecho fuerte con cada caída, con cada desprecio, con cada ausencia.
Un presente pausante, con altibajos no tan malos al fin de alcabo.
Muchas sonrisas ultimamente, algún enfado, algún que otro polvo de lunes a viernes y unas amigas que estaban demostrando que estarían ahí en las buenas y en las peores.
Lo que si la estaba sorprendiendo, era ver como todo había cambiado, que había madurado demasiado. Los hombres se presentaban como meros niños de 15 años queriendo jugar y dejar claro quien tenía la sarten por el mango, pero esos juegos ella ya los pasó hace tiempo, sabía jugar muy bien a esos juegos, quizás podría decirse que ella lo inventó.
Quizás el futuro ya no estuviese tan lejos, pero nada era ya lo suficientemente malo, como para volver a dejarla agonizando.
Quizás ya había aprendido a vivir... Ahora la quedaba empezar a enseñar a otras a vivir y a los hombres, quién dictaba las normas.


No es una experiencia mía, hoy va dedicado a una buena amiga, Lucía, y a su extraordinaria vida... Siempre has sabido sobrevivir, es lo que más admiro de ti.

sábado, 14 de mayo de 2011

Que no sabes lo que duele discutir por tonterías, vernos mal y no ser capaz de hablar las cosas, de sentarnos como dos personas adultas, se supone que eso es lo que somos, adultos.
Quizás la culpa sea mia, por mi tolerancia cero, o quizás tuya por tomarse demasiado enserio las cosas, pero sea de quien sea, esto se nos esta hiendo de las manos.
Y quizás mañana sea demasiado tarde para hablar y arreglar todo esto que a nosotros, por muy absurdo que fuese, nos ha hecho felices...

domingo, 1 de mayo de 2011

25 de abril




El café era más amargo que de costumbre, quizás porque sabía a despedida...
Habían pasado unos días de en sueño el uno al lado del otro, pero era la hora de volver a la realidad.
Se vistieron con calma y en silencio y bajaron a desayunar, ella mantenía una sonrisa para evitar echarse a llorar.
Cogió su maleta, no sin antes haber dejado notas por toda la habitación y haber vuelto a pegar las estrellas de papel que se habían caido de la estantería.
Su padrastro los acercó a la estación, aun quedaba 1 hora para que el tren saliese y decidieron caminar hasta el parque, todo seguía silencioso, como si el mundo contuviese el aliento, como si nadie se atreviese a anunciar aquella despedida.
Se amaron por última vez en ese parque y cogieron aquel tren.
Se mantuvieron distantes, frios y algo cortantes. Desde que habían empezado a salir siempre eran así en cada despedida, quizás para evitar hacerse mñas daño.
La estación de autobuses estaba abarrotada de gente, pero ella no oía el barullo de la gente, solo oía como su corazón latía más fuerte, estaba gritando, gritando en silencio.
Le vio llorar, era raro ver llorar a un hombre, pero siempre se enternecía al verle.
- No llores, volveremos a vernos pronto.
Pero realmente eso no es lo que quería decir, estaba gritando, gritando en silencio : " ¡NO DEJES QUE ME VAYA!"
Subió al autobus y se sentó, ¿Donde estaba? Se había marchado corriendo para evitar seguir llorando.
El autobus arrancó, ella seguía buscandole con la mirada.
Estaba gritando, gritando en silencio:
¿DONDE ESTAS?
¡NO DEJES QUE ME VAYA!
¡POR FAVOR!
¡VUELVE!
¡NO QUIERO IRME!
¡NO ME DEJES IRME!


Pero él ya no estaba, y ella se marchó...
¿Dónde estabas?
Aun sigo buscando respuestas.