sábado, 12 de noviembre de 2011

Selene

Aquella noche el aire volvía a estar cargado de perfume que provenía de la vieja fabrica.
Respiró profundamente.
- Me gusta este lugar, ¿Sabes?, todas las noches se respira el mismo aire cargado de perfume.
- ¿Y no es así en todos los lugares?
Él negó con la cabeza.
- De donde yo vengo... El aire siempre huele a pólvora...
- ¿Pólvora?
- Si, verás... A las afueras de mi ciudad, existe una gran fabrica de pólvora que, aunque ya esté cerrada desde hace muchos años, una vez al año sigue lanzando al cielo los mejores cohetes que puedas imaginar.
- ¿Y como es eso posible? - Preguntó ella algo confusa.
- Porque el dueño de la fabrica aun sigue creando pólvora aunque la fabrica esté cerrada... Verás, hace mucho tiempo, el fabricante era famoso en todas las ciudades vecinas por su magnifica pólvora. Aunque, él no lo hacía por venderla, lo creaba por su hija, ella adoraba las luces que era capaz de crear aquel viejo loco.
Pero un día, la niña enfermó, y el fabricante empezó a descuidar su trabajo para cuidarla noche y día.
Hasta que una noche, exhausto, se acercó a su hija y desesperado la preguntó que podía hacer para verla feliz ya que ella apenas tenía fuerzas para sonreír. Ella solo dijo una palabra: Pólvora.
Aquella noche, mientras ella dormía, el padre comenzó a diseñar exclusivos cohetes, todos para su hija.
La noche siguiente, salieron los dos al jardín para ver el espectáculo.
Cuando el espectáculo de luces terminó, el fabricante se dio cuenta de que ella tenía una sonrisa en los labios, pero su corazón ya no latía.
Desde aquella noche, todos los años, para el cumpleaños de su hija, el espectáculo de luces baña la cuidad, y el último cohete siempre es el mismo, el retrato de Selene.

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